1. La suerte de este giro
preocupa estériles abanicos
de flores sin belleza.
Las cucarachas nos miran extrañadas
por la algarabía que nos ven extraer
de nuestras madrigueras de placer.
El que nunca ha tenido nunca teme otra vuelta,
el público siempre
cambia de sitio y lanza
con estilo la almohadilla
sin preocuparle a quién le estrella en la cabeza.
Pero antes y después ahora cohabitan, ni se discuten
ni se tapan de hurtadillo, comparten una cama reñida,
ceñida, una cama estrecha.
La libertad censura
y el mudo está en boca de todos.
No se puede dormir con tanto ruido,
no parecemos hacer el amor,
aunque de
jodernos nunca nos cansemos;
y ya que nos encontramos todos tan juntitos
y nos tocamos sin rubor los pies desnudos
desbocando la sábana bajera…
Con ese ansia loca, juvenil, tan unidos…
Mejor que nos masturbemos todos con aplomo.
Una vez, con unísono aplomo,
para ponernos de acuerdo en algo íntimo
mirándonos a
los ojos con cariño
reconociendo ser lo mismo;
y después soltarnos
un pedo traicionero,
reír mirando al otro y decirle:
Buenas noches, pedorro onanista,
te entiendo bien, porque eres igual que yo,
aunque la verdad duela.
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